En pleno siglo XXI, la educación se enfrenta a un dilema que refleja las tensiones de nuestra sociedad digital: ¿qué lugar deben ocupar los teléfonos móviles en las aulas? Estos dispositivos, que forman parte inseparable de la vida cotidiana de los jóvenes, generan posturas contrapuestas: desde quienes defienden su prohibición total, hasta quienes ven en ellos una oportunidad pedagógica sin precedentes.
El proyecto US’MOV (2020-2023) analizó esta cuestión en profundidad a través de estudios de caso, entrevistas y debates en distintas comunidades autónomas de España. Los resultados muestran un panorama complejo:
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Para los estudiantes, el móvil es tanto una herramienta para hacer tareas y comunicarse como un foco de distracción constante.
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Para las familias, predomina la preocupación por el uso excesivo y los riesgos (ciberacoso, sexting, sobreexposición), aunque reconocen su valor educativo.
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Para el profesorado, el móvil puede ser útil en proyectos de inclusión, acceso a plataformas digitales o evaluación, pero su gestión requiere formación y normativas claras.
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Para la administración educativa, las políticas han oscilado entre la promoción, la indeterminación y, más recientemente, la prohibición casi generalizada.
Esta diversidad de posturas revela que el debate sobre los móviles va mucho más allá de un artefacto tecnológico: es un espejo de las tensiones sociales, culturales y políticas de nuestro tiempo. Como señalan Alonso Cano y Herrera Urízar (2023), los móviles son “dispositivos que participan en la configuración de relaciones de poder, subjetividades y prácticas educativas”, por lo que su regulación no puede reducirse a un simple “sí” o “no”.
Un dilema que trasciende el aula
Los móviles son, al mismo tiempo, un reto y una oportunidad:
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Oportunidad, porque permiten conectar la escuela con la realidad digital de los jóvenes, promover la alfabetización mediática y trabajar competencias críticas necesarias para el siglo XXI.
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Riesgo, porque, sin una regulación adecuada, pueden fomentar la dispersión, reproducir desigualdades digitales y facilitar conductas nocivas.
La pandemia de COVID-19 evidenció esta paradoja: cuando se cerraron las escuelas, fueron los móviles (junto con las plataformas digitales) los que sostuvieron buena parte de la continuidad educativa. Sin embargo, al reabrirse los centros, en muchas comunidades se reimpulsó su prohibición. ¿No resulta contradictorio?
El papel de la alfabetización digital crítica
Varios capítulos del proyecto subrayan la importancia de alfabetizar digitalmente al alumnado, al profesorado y a las familias. Pero no se trata solo de “enseñar a usar” aplicaciones o plataformas, sino de promover una mirada crítica sobre las condiciones sociales, políticas y económicas de la tecnología (Moreno-González et al., 2023).
Esto implica:
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Reflexionar sobre cómo influyen los algoritmos en la información que consumimos.
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Comprender los riesgos de la economía de la atención y el impacto ambiental de la tecnología.
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Promover un uso ético y responsable de los dispositivos digitales.
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Impulsar proyectos pedagógicos que aprovechen los móviles para la inclusión y la creatividad.
Un debate político y social
El debate sobre los móviles en el aula no es meramente pedagógico, también es político. Las políticas educativas autonómicas han mostrado un abanico de enfoques: desde los programas de Cataluña, que apostaron por proyectos como mSchools y mòbils.edu para integrar los móviles, hasta comunidades como Madrid o Castilla-La Mancha, que avanzaron hacia la prohibición con el argumento de proteger la convivencia escolar (Freitas Cortina et al., 2023).
No obstante, estudios recientes (Calderón-Garrido et al., 2022) indican que las prohibiciones absolutas no resuelven problemas como el ciberacoso, que ocurre también fuera de los centros escolares. En cambio, limitan la posibilidad de educar en un uso consciente de la tecnología.
Conclusión: de la prohibición a la integración responsable
Los móviles en el aula representan un campo de tensiones, pero también de posibilidades. Más que prohibirlos, se necesita aprender a convivir con ellos mediante:
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Normativas claras y coherentes.
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Formación docente continua.
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Proyectos pedagógicos innovadores que integren la tecnología con sentido crítico.
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Espacios de diálogo con familias y estudiantes.
La pregunta clave no es si debemos prohibir o no los móviles, sino: ¿Qué tipo de ciudadanía digital queremos formar y cómo puede la escuela contribuir a ello?
❓ Pregunta para la reflexión crítica
¿Estamos educando a los jóvenes para comprender y transformar críticamente el mundo digital o solo para obedecer normativas restrictivas que no responden a su realidad cotidiana?
📚 Referencias (APA 7)
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Alonso Cano, C., & Herrera Urízar, G. (Coords.). (2023). Jóvenes y teléfonos móviles en las aulas. Discursos y dinámicas de prohibición, promoción e indeterminación. Octaedro.
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Calderón-Garrido, D., Ramos-Pardo, F. J., & Suárez-Guerrero, C. (2022). The use of mobile phones in classrooms: A systematic review. International Journal of Emerging Technologies in Learning (iJET), 17(6), 194-210. https://doi.org/10.3991/ijet.v17i06.29181
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Freitas Cortina, A., Alonso Cano, C., Sánchez Antolín, P., & Bosco Paniagua, A. (2023). Políticas educativas y móviles en secundaria. En C. Alonso Cano & G. Herrera Urízar (Coords.), Jóvenes y teléfonos móviles en las aulas (pp. 25-41). Octaedro.
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Moreno-González, A., Ramos Pardo, F. J., Calderón-Garrido, D., & Suárez-Guerrero, C. (2023). ¿Qué dice la comunidad científica sobre el uso de dispositivos móviles en la educación? En C. Alonso Cano & G. Herrera Urízar (Coords.), Jóvenes y teléfonos móviles en las aulas (pp. 45-54). Octaedro.

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