Un
llamado urgente desde las aulas
En
tiempos de crisis climática global, la educación ambiental no puede seguir
siendo un tema marginal o superficial en las escuelas. La formación de
ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos con el medio ambiente debe
convertirse en una prioridad educativa. En este contexto, el artículo de
Marisol García Jiménez (2022), “El docente y la educación ambiental en México”,
ofrece una revisión crítica, profunda y necesaria sobre los avances, retrocesos
y desafíos de la educación ambiental (EA) en el país.
¿Qué
entendemos por educación ambiental?
Más
allá de aprender sobre reciclaje o plantar árboles una vez al año, la EA es una
propuesta pedagógica que articula aspectos éticos, sociales, políticos y
ecológicos. Su objetivo no es solo transmitir conocimientos sobre la
naturaleza, sino formar ciudadanos capaces de cuestionar sus hábitos de
consumo, comprender la interdependencia entre sociedad y entorno, y actuar en
consecuencia.
Tal como lo
establece la Declaración de Tbilisi (1977), citada en el texto, la educación
ambiental debe orientarse hacia “una vida más amable y saludable, donde priven
los valores de responsabilidad, respeto, solidaridad y tolerancia” (Terrón,
2010, p. 143). En este sentido, educar ambientalmente es también educar en
valores.
La
evolución de la educación ambiental en México: mucho esfuerzo, poca
transformación
Desde
los años ochenta, México ha incorporado la EA en sus planes y programas
educativos. Se han diseñado materiales, cursos de capacitación y reformas
curriculares. Sin embargo, García Jiménez (2022) advierte que estos esfuerzos
han sido más institucionales que efectivos. En muchos casos, la EA ha quedado
reducida a contenidos informativos, sin articulación interdisciplinaria ni
enfoque crítico.
El
diagnóstico realizado por el CONALTE en 1992 ya señalaba deficiencias
importantes: una cultura ecológica limitada, enfoque fragmentado y ausencia de
reflexión crítica. Tres décadas después, estos problemas persisten. La EA sigue
estando circunscrita a asignaturas como Ciencias Naturales o Geografía, cuando
en realidad debería ser un eje transversal en todo el sistema educativo.
El
docente como figura clave (y olvidada)
Uno
de los aportes más valiosos del texto es el análisis del papel del docente en
la implementación de la EA. No basta con dotar de materiales o contenidos a los
maestros: es indispensable formar docentes con conciencia ambiental, capacidad
crítica y compromiso ético.
Como
señala Perrenoud (2004), los saberes que el docente transmite contienen también
su visión del mundo, sus actitudes y su postura frente al conocimiento. Por
ello, si el maestro no ha sido sensibilizado, si no comprende la complejidad
del problema ambiental, difícilmente podrá formar estudiantes críticos y
comprometidos.
García
Jiménez (2022) subraya que la formación docente en EA ha sido limitada, desarticulada
y, muchas veces, opcional. Se requiere un nuevo modelo que incluya la dimensión
ambiental en la formación inicial y continua del profesorado, bajo un enfoque interdisciplinario,
contextual y reflexivo.
El
Acuerdo de París y la urgencia de una nueva educación ambiental
El
Acuerdo de París (2019) establece que el cambio climático es un problema que
impacta no solo el medio ambiente, sino también los derechos humanos, la
equidad de género, la salud, la pobreza y el desarrollo sostenible. Desde esta
perspectiva, la EA debe dejar de entenderse únicamente como un contenido
ecológico y convertirse en una estrategia formativa integral para la
transformación social.
La
autora propone, retomando a Terrón (2010, 2019), un enfoque de EA basado en
tres dimensiones:
1.
Ética:
para comprender la interdependencia entre sociedad y naturaleza.
2.
Metodológica:
para abordar los problemas desde una mirada holística.
3.
Educativa:
para promover habilidades críticas, valores y participación ciudadana.
¿Y
ahora qué? Retos y propuestas
El
artículo concluye con un llamado a revisar a fondo la implementación de la EA
en México. Si bien ha habido avances legislativos y normativos, la práctica
educativa sigue estancada. Para que la EA cumpla su función transformadora, se
requieren al menos tres acciones clave:
Reformular
los contenidos y enfoques curriculares desde una visión crítica y
multidimensional.
Fortalecer
la formación docente, no solo en conocimientos, sino en sensibilidad,
compromiso y capacidad para abordar la complejidad ambiental.
Incluir
a todos los actores educativos —directivos, autoridades, padres y madres de
familia— en el diseño e implementación de políticas ambientales escolares.
Conclusión:
formar conciencia para cambiar el rumbo
La
crisis ambiental no es solo ecológica, es también una crisis educativa, ética y
social. La educación ambiental puede ser una herramienta poderosa para formar
una ciudadanía más justa, más responsable y solidaria con el planeta. Pero para
lograrlo, necesitamos repensar la educación desde sus raíces y colocar al
docente en el centro de la transformación.
📚 Referencias
García Jiménez, M. (2022). El docente y
la educación ambiental en México. En T. Chicaiza Villalba, S. García Jiménez
& C. J. Núñez Rodríguez (Eds.), Cambio climático. Acuerdos y
contradicciones (pp. 175–193). Quito: Editorial Abya-Yala. https://doi.org/10.7476/9789978108178.0010
Perrenoud, P. (2004). Desarrollar la
práctica reflexiva en el oficio de enseñar. Ed. Colofón.
Terrón Amigón, E. (2010). Educación
ambiental. Representaciones sociales y sus implicaciones educativas.
Universidad Pedagógica Nacional.
Terrón Amigón, E. (2019). Esbozo de la
educación ambiental en el currículum de educación básica en México. Revista
Latinoamericana de Estudios Educativos, 49(1), 315–346. https://bit.ly/3eAuqcu
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