Introducción
En una época caracterizada por la transformación constante, la incertidumbre global y la creciente interdependencia entre los pueblos, la educación se erige como el pilar fundamental para el desarrollo humano, social y cultural. Frente a este panorama, el Informe Delors (UNESCO, 1996), resultado del trabajo de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, propone una visión integradora de la educación basada en cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser. Estos pilares configuran un marco holístico que trasciende la enseñanza tradicional y se orienta hacia una formación humana completa y permanente.
1. Aprender a conocer: El conocimiento como experiencia activa
Este pilar implica más que la simple adquisición de información. Se centra en desarrollar la capacidad de aprender a lo largo de toda la vida, fomentar la curiosidad intelectual, el pensamiento crítico y la autonomía del sujeto frente al conocimiento.
“Este tipo de aprendizaje combina una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar en algunos saberes particulares” (Delors, 1996, p. 30).
El aprendizaje significativo, el trabajo por proyectos, el pensamiento metacognitivo y la alfabetización digital son hoy estrategias que actualizan este pilar, preparándonos para un mundo cambiante y saturado de información.
2. Aprender a hacer: Saber aplicar en contextos reales
Este segundo pilar aboga por la capacidad de transformar el conocimiento en acción. Más allá de habilidades técnicas, implica creatividad, trabajo colaborativo, toma de decisiones y responsabilidad en contextos laborales, comunitarios y personales.
“Ya no se trata solamente de adquirir una calificación profesional, sino de adquirir una competencia que permita afrontar múltiples situaciones y trabajar en equipo” (Delors, 1996, p. 33).
En contextos actuales, esta dimensión se vincula con el desarrollo de competencias clave del siglo XXI, como el emprendimiento, el liderazgo ético y la resolución de problemas.
2. Aprender a hacer: Saber aplicar en contextos reales
Este segundo pilar aboga por la capacidad de transformar el conocimiento en acción. Más allá de habilidades técnicas, implica creatividad, trabajo colaborativo, toma de decisiones y responsabilidad en contextos laborales, comunitarios y personales.
“Ya no se trata solamente de adquirir una calificación profesional, sino de adquirir una competencia que permita afrontar múltiples situaciones y trabajar en equipo” (Delors, 1996, p. 33).
En contextos actuales, esta dimensión se vincula con el desarrollo de competencias clave del siglo XXI, como el emprendimiento, el liderazgo ético y la resolución de problemas.
3. Aprender a vivir juntos: Educación para la paz y la ciudadanía global
Uno de los aspectos más visionarios del informe es el énfasis en formar personas capaces de convivir con el otro, de respetar diferencias y de resolver conflictos pacíficamente.
“El descubrimiento del otro pasa por el conocimiento de uno mismo” (Delors, 1996, p. 38).
Este pilar es vital frente a los fenómenos actuales de discriminación, xenofobia y polarización social. La educación emocional, el enfoque intercultural y los derechos humanos son componentes clave de este proceso.
4. Aprender a ser: El desarrollo integral del individuo
Finalmente, el cuarto pilar reconoce la importancia del desarrollo de la personalidad, la autonomía, la ética, la sensibilidad y la espiritualidad. Es la dimensión más introspectiva y humanista del informe, estrechamente vinculada con la creatividad y la reflexión.
“La educación debe contribuir al desarrollo global de cada persona: espíritu, cuerpo, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual y espiritualidad” (Delors, 1996, p. 40).
El enfoque humanista sigue siendo una necesidad urgente ante la tecnocracia educativa y la sobrevaloración de resultados cuantificables.
Articulación de los pilares en el contexto educativo contemporáneo
Diversos estudios coinciden en que los pilares no deben verse como compartimentos estancos, sino como dimensiones complementarias e interdependientes (Rodrigues, 2021; Razo y González, 2020). De hecho, un enfoque verdaderamente transformador de la educación implica integrar todos estos aprendizajes en una experiencia coherente y continua a lo largo de la vida.
“Los cuatro pilares permiten una articulación entre lo cognitivo, lo práctico, lo social y lo ético” (Rodrigues, 2021, p. 58).
Desafíos actuales y perspectivas
A más de 25 años de la publicación del informe, sus propuestas siguen siendo actuales. Sin embargo, persisten desafíos:
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Currículos rígidos y centrados en la memorización.
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Desigualdades sociales y educativas que impiden el acceso equitativo al aprendizaje.
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Falta de formación docente orientada a una pedagogía integral.
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Escaso desarrollo del aprendizaje emocional y ético.
Frente a ello, se hace necesario renovar el compromiso político y pedagógico con una educación más humana, inclusiva y transformadora.
Conclusión
El legado del Informe Delors nos recuerda que la educación no debe reducirse a preparar para el empleo, sino formar seres humanos completos, capaces de comprender, transformar y convivir en el mundo. Los cuatro pilares son más que una metáfora: son una brújula ética y pedagógica para orientar nuestras prácticas educativas hacia un futuro más justo, sostenible y solidario.
Referencias
Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro. UNESCO. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000109590_spa
Razo, R., & González, E. (2020). La vigencia del Informe Delors en el contexto de la educación crítica. Revista Prepa 3, 8(15), 45–59. https://repository.uaeh.edu.mx/revistas/index.php/prepa3/article/view/5172
Rodrigues, Z. B. (2021). Educación: Un estudio basado en el informe de la UNESCO sobre los cuatro pilares del conocimiento. Revista Científica Multidisciplinar Núcleo do Conhecimento, 6(1), 53–60. https://core.ac.uk/download/pdf/235854535.pdf
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